Aritz Intxusta
Redactor de actualidad
Elkarrizketa
Mònica Terribas
Directora de «El minuto heroico»

«La sustitución de la familia de sangre por la familia del Opus es un proceso orgánico»

«El minuto heroico. Yo también dejé el Opus Dei» es un documental dividido en cuatro eposiodios que relata con crudeza las vulneraciones que se cometen contra las mujeres que son captadas por la Obra desde que son adolescentes. Mònica Terribas dirige y guioniza esta serie que emite la plataforma de streaming Max y ha irrumpido como la filmación más comprometedora que se ha realizado hasta la fecha sobre la vida interna dentro de esta organización.

Mònica Terribas, directora y guionista de la película.
Mònica Terribas, directora y guionista de la película. (Michal Oats Mediapro Studios)

Max ha estrenado un documental en cuatro episodios que recoge las vivencias de numerarias que han abandonado el Opus Dei. El trabajo está francamente bien hecho. Sobre todo por la empatía que transmite hacia las mujeres que dan su testimonio tras haber sufrido tanto. A ratos parece más un bote salvavidas para las que siguen dentro de la disciplina del Opus que un producto para curiosos que quieren saber más de cómo funciona esta opaca institución. Y, aun así, sin duda, es lo más concreto y revelador que se ha filmado sobre la vida dentro de la obra.

La periodista Mònica Terribas (Barcelona, 1968), a quien Mediapro fichó como showrunner (directora creativa), dirige esta producción que alterna testimonios de mujeres con recreaciones de los momentos clave en la vida dentro del Opus Dei, y en las que se intercalan algunas escenas que se generaron dentro del propio rodaje donde las exnumerarias indican a Claudia Traisac, la actriz que las encarna, el modo exacto en el que sucedió.

¿Qué tal están las protagonistas después de haber dado el paso? Creo que están contentas. Hace días que salió la serie. Me fijé como prioridad personal que aquellas que daban la cara acabaran más fuertes. Esto ha sido emocionalmente muy potente. Tengo la certeza de que han terminado más fuertes que lo que entraron y, además, también su entorno familiar y sus amistades han comprendido mucho mejor lo que ellas han vivido dentro. Esto es importante, porque varias tienen familia o hermanos que siguen en la Obra. Lo que buscaba por encima de todo con este documental era despertar comprensión y empatía. Al final, a cualquier víctima de vulneración de derechos la tenemos que poner en su lugar y esforzarnos por entenderla. El objetivo era romper también ciertos silencios y considero que esos silencios se han roto gracias a la serie.

 

María Roca, exnumeraria, durante la grabación de «El minuto heróico». (Virginia M. Chico)

Las protagonistas son todas mujeres, la mayoría numerarias auxiliares. ¿Por qué? Cinco de trece son numerarias auxiliares. Están representadas las tres categorías: hay también agregadas y numerarias. Lo que sí he hecho es centrarme en mujeres, porque las mujeres dentro de la Obra que son numerarias ocupan puestos de responsabilidad en los centros. Normalmente, son administradoras que viven puertas adentro. Es cierto que no todas. También hay numerarias que son profesoras de la Universidad de Navarra o tienen profesiones libres fuera: abogadas, doctoras... Pero las numerarias son las que controlan los clubes. Son mujeres que mandan sobre mujeres.

Su documental habla de elementos concretos que a buena parte de la sociedad le son ajenos. ¿Qué es «pitar» dentro del Opus y a qué edad se «pita»? Uno de los elementos más graves que cuenta “El minuto heroico” es el hecho de que niñas de 12, 13 ó 14 años y medio pidan su admisión al Opus Dei mediante una carta al Prelado escrita a mano para una categoría concreta: agregada, numeraria... La directora espiritual les ha visualizado esa vocación a tan corta edad. Y ellas se comprometen, no jurídicamente, pero sí espiritualmente con el Opus. Eso es pitar. Lo hacen siendo adolescentes. Con 14 años y medio, eres una persona que está en un proceso de descubrimiento de su identidad. No has decidido qué ser de mayor. Y, sin embargo, ellas ya deciden ser personas célibes de por vida, deciden que van a entregar su vida a la obra. A partir de ese momento, funcionan ya como miembros, a pesar de que a partir de los 18 es cuando se produce jurídicamente el proceso de oblación y la fidelidad con la ceremonia del anillo que aparece en el tercer capítulo. Pero en el primer episodio se muestra cómo le piden a Belén o a Marina que se entreguen totalmente siendo menores de edad.

 

Laura Sisteró (directora del rodaje de ficción) comentando impresiones con el equipo y Marta Ribes, exmiembro del Opus Dei. (Virginia M. Chico)

Relatan, además, peticiones expresas a esas menores de edad para que no cuenten que han pitado a sus padres. Sus protagonistas coinciden en un término: «familiosis». ¿Qué es la familiosis dentro del Opus Dei? Cuando ellas hacen la carta de admisión, si sus familias pertenecen a la Obra, sí comentan que han escrito. De otro modo, no. A partir de entonces, empieza un proceso de sustitución de la familia de sangre por la familia del Opus Dei, que es un proceso que podríamos decir orgánico dentro de la obra. Tu familia es el Opus y por eso es normal que las fotografías que tienes sobre la mesilla en el centro de estudios sea la estampa de José María Escrivá de Balaguer y no la de tus padres. Por eso es normal que no puedas ir a la boda de tu hermano o ir a tu casa por Navidad. Por eso es normal también que, cuando les piden que hagan testamento, hagan herederos de todos sus bienes a fundaciones e instituciones con las que no tienen ninguna relación. Son testamentos que ellas redactan a mano a partir de plantillas que la Obra les provee.

Las protagonistas de la serie documental relatan que es una especie de pendiente inclinada, vas asumiendo todo eso como sin darte cuenta. Llaman familiosis a tener demasiado vínculo con tu familia.

Le dan a la familia nombre de enfermedad. Entiendo que alejar a la familia supone una forma de control. Los psicólogos que aparecen en el documental analizan bien esta parte. Cuando te distancias de los tuyos, de tus apoyos emocionales, quedas más cautivo de la organización. Pasa con la familia y pasa con los amigos, porque tampoco se permiten las amistades particulares dentro del Opus. Sin padres, sin hermanos, sin amigos quedas a merced de la institución, que te dice qué tienes que hacer y cómo lo tienes que hacer. Se trata de un mecanismo de control muy habitual en organizaciones de este tipo.

 

Claudia Traisac recibe indicaciones de Sisteró. (Virginia M. Chico)

Otro elemento de control son las mortificaciones. Siempre llama la atención el uso del cilicio y esos látigos de esparto a los que llaman diligencias. Pero en su documental hablan también de «pequeñas mortificaciones». Les apremian a que, si les apetece una naranja, coman una manzana. Si les apetece el agua fresca, a que la beban tibia. Me han parecido aún peores. Las mortificaciones con cilicios y diligencias no son exclusivas del Opus Dei, primera cosa. Hay otros religiosos que las usan. La mortificación, en el sentido estricto y olvidándonos de los instrumentos, es disciplinar el cuerpo a no ser él mismo, a no ser escuchado. Cuando el cuerpo te pide descansar, minuto heroico [rito inicial del día en el que se levantan de la cama como de un salto, desoyendo al cansancio, y besan el suelo diciendo “serviam” (serviré) y que la serie toma como título]. En el documental hay una escena que prácticamente solo la entiende gente de la obra. Claudia viaja agarrada a la barra de un autobús. Está de pie y todo el autobús, vacío. No se sienta, aunque está cansada. No lo hace porque tiene que mortificar su cuerpo.

Nos hemos quedado mucho con el cilicio y tal, pero la mortificación aplicada a tu día a día es más grave. Supone someter el cuerpo a un extremo que la mente deja de funcionar. Entras en colapso. 24 horas al día de mortificación es una tortura constante. Si lo haces, porque lo haces, y si no lo haces, porque no lo haces. Pierden la capacidad de discernimiento.

 

Traisac, en la parte recreada del documental. (Virginia M. Chico)

Y, si fallan, llegan las «correcciones fraternas». Un esquema de vigilancia cruzada que les convierte en víctimas y también en victimarias. Sigamos con el ejemplo del cansancio. Una corrección fraterna surgiría en caso de que yo vea que tú te estás apoyando, porque estás rindiendo tu cuerpo al cansancio. En lugar de acudir a ti y preguntar: «Aritz, ¿estás cansado? ¿Necesitas descansar?», me voy a tu directora espiritual y le digo: «Aritz está aflojando». Ellos lo disfrazan de hacer el bien, dado que es la directora quien debe corregirte según el esquema de la organización. Sin embargo, lo que consiguen es entrar en una dinámica de delación permanente donde quien tienes al lado no es alguien hacia el que desarrollas empatía. Tu igual es alguien al que vigilas para que sea tan recto como tú, para que esté al nivel que la institución exige. Luego la directora te reprende con cosas como «me han dicho que has cruzado las piernas en el oratorio». Saco este ejemplo porque esta es una corrección fraterna muy habitual. Y la mujer reprendida sabe que ha tenido que ser alguna de sus compañeras, porque la directora espiritual no estaba en ese oratorio.

Como otro pilar de control está la censura de libros. Según indican sus testimonios, los libros están catalogados del 1 al 6. El número 3 ya requiere de permiso. Y Mafalda está catalogada con un 3. Marina cuenta una cosa que me dolió no meter en el documental. Ella estaba estudiando y tenía que leer a Simone de Beauvoir. Y allí no se lee a Simone de Beauvoir, no se lee a Milan Kundera, no se leen autores fundamentales. No te hablo de los 90, ni con Franco. Esto sucede ahora. Belén no podía ir al cine con amigas o al teatro porque era numeraria. Esto deja de alimentar el cerebro de un modo libre y el juicio pasa por un único carril.

Me ha escrito un numerario reproduciéndome punto por punto el comunicado que ha hecho el Opus tras la aparición del documental. Punto por punto. Dan ganas de decirle, «el comunicado ya me lo he leído, pero qué piensas tú». ¿Han podido ver esta serie en los centros del Opus Dei? Yo quiero que puedan ver la serie en los centros. Yo quiero que los supernumerarios y supernumerarias puedan ver la serie. Quiero que tengan un juicio sobre la misma, que sean críticos, pero que ese juicio no lo hagan a priori. Que la critiquen después de verla.

 

Traisac comenta con Belén González los detalles de una escena. (Virginia M. Chico)

Algunas de sus protagonistas, al relatar sus procesos de salida, los describen como largos y complejos. Sostienen que se intentan ir, pero que alguien de la institución viene y les convence para quedarse otra vez. No salieron de un día para otro. Son procesos largos, de años. Y varias hablan de que tuvieron ideaciones suicidas e incluso intentos autolíticos. ¿Cómo se explica que con ese nivel de vigilancia que existe en los centros se esfuercen tanto en mantenerlas dentro? Tienen que ser conscientes de todo lo que están sufriendo. Ellos afirman que de la Obra se puede salir de dos maneras: en mal plan o en buen plan. Cuando dicen en buen plan, es que es gente que se ha separado de la Obra y, bueno, no ha dicho nunca nada ni ha reivindicado nada ni ha protestado por el hecho de que no les hayan pagado, etc. En mal plan es cuando tú sales mal y reivindicas que allí te ha pasado lo que te ha pasado. Muchas de las mujeres que salen en “El minuto heroico” y las que no salen en cámara han tardado muchos años en racionalizar todo esto. Han tardado muchos años en estar bien para poder hablar del tema.

El hecho de que tú entres en crisis dentro de la Obra y seas una mujer inteligente o un hombre inteligente y digas, “¿cómo puede ser que a mí me esté pasando esto?, ¿cómo puede ser que yo no tenga fuerzas para resistir?, ¿cómo puedo ser tan poco persistente y tan poco fuerte que me esté ahogando cuando los demás pueden?”. Todo esto desata crisis psicológicas, porque como tienes que ser santo dentro del mundo y le estás fallando a Dios, no te permites empezar a buscar otra cosa.

Esto no es cambiar de trabajo porque estás mal. Antes de cambiar de trabajo empiezas a buscarte otra cosa antes de salir. Y luego dices: “Ciao, ciao”. Le fallas al jefe, pero no pasa nada. Aquí le estás fallando a Dios. Dado que Dios es perfecto, bueno y omnipotente, el fallo necesariamente eres tú. Es lo que los expertos denominan como abuso espiritual. Me lo pide Dios, no el Opus Dei. Eso genera hiperculpabilidad.

No entró en el metraje, pero Mabel cuenta una cosa. Cuando se van a ir les dicen que les pasarán desgracias si se marchan o si acuden al teatro. Al dejar el Opus, Mabel se fue a ver “Los miserables” al teatro. Y ella relata que estaba convencida de que al salir se moriría, porque se lo habían dicho. Para ella ese fue un momento trascendente, el salir de ver ese teatro y decirse a sí misma: “Vale, no me he muerto”.

 

Dos de las protagonistas, Marina Pereda (centro) y Belén González (derecha), durante el rodaje

Eso es horrible. Teena, en el tercer episodio, dice: «Yo sabía que me podía morir. Me habían dicho que me podía morir si me iba, pero no quería pasar un día más allí dentro. Prefería morirme». Teena había realizado tres intentos de suicidio.

Para los que somos de Iruñea se nos queda quizá un poco corto lo que se menciona a la Universidad de Navarra. Una de ellas indica que le hicieron firmar el testamento en favor de una numeraria de Nafarroa y también cita que estudió aquí gracias a un crédito blando del Banco Popular. Marina estudió en la Universidad de Navarra y trabajó en un centro de estudios casi como numeraria auxiliar siendo agregada. Por eso explica que limpiaba las habitaciones de los profesores que le daban clase y que ella tuvo un crédito del Banco Popular sin aval porque no era de familia de pasta. Yo me propuse que “El minuto heroico” fuera para que las trece explicaran lo que les pasó. Esto no es ni la historia del Opus Dei ni trata sobre su estructura económica, como el libro de Gareth Gore. Como Marina es la única que estudió allí, la universidad ocupa poco metraje.

Aun así, aparece Gore entrevistado y cómo se revierte ese sueldo en su totalidad a distintas fundaciones. Incluso se habla de un presunto fraude a la Seguridad Social, de trabajadoras que ni cobran ni cotizan. Sí, porque no hay ni uno ni dos ni tres ni cuatro, sino muchísimos casos de mujeres que no han cotizado. Que no han cotizado por ellas. Unas sí, otras no. Además, no es sistemático y es bastante aleatorio. Ayer me decía una mujer que no sale en la serie: «Yo coticé porque mi padre les denunció y les dijo que tenían que cotizar por mí». A lo que le respondí que, claro, en su caso su madre era supernumeraria y tuvo la capacidad de incidir. Gente como María, como Raquel, Teena o Claudine, que eran de clase baja, no pudieron. En el caso de Fátima, ella cotizaba en el régimen general, pero no tenía nada al salir. No tenía contratos. María y Raquel ni siquiera existían en el sistema. A Teena, en Reino Unido, un funcionario le dijo: «Para mí no existes. No estás en el sistema». Esto de la Seguridad Social, aparentemente, ahora ha cambiado. Pero es justo un elemento donde se ve un sesgo de clase clarísimo. Cotizaban o no según en qué familia o dónde nacían.

También entran en el caso de las 43 mujeres que han denunciado en Argentina. No se menciona, sin embargo, el proceso de Catherine Tissier, en el Estado francés, que quizás resulte más cercano. Sí se citaba. Teníamos las imágenes para ponerlas. Las pagamos incluso, porque fue la primera numeraria auxiliar que denunció y fracasó, la pobre, precisamente porque era una fundación que no se podía vincular al Opus Dei. El caso se perdió por esa razón.

Sí, no tenía adscripción formal al Opus Dei. Es una práctica habitual. Hay una alusión, sin embargo, de Antonia Cundy, la periodista del “Financial Times”. Ella dice: «el primer caso no pudo progresar, porque...». Era Tissier. No me daba el metraje. En el cuarto episodio sí que hay un claro homenaje a las 43 y, de hecho, su abogado, Antonio Sal, está presente en todo el documental. He hablado con muchas de las 43. No salen, pero están. Cecilia llega a decir que está en la serie por ellas. Las 43 no podían aparecer porque lo que dijeran, quizás, les pudiera perjudicar después en el juicio que está por celebrarse. Tissier no sale simplemente porque no nos daba la vida. Ya me parece un milagro que compraran al documental...

 

Traisac con un cilicio. (Virginia M. Chico)

A este punto quería llegar. Una sentencia en el Estado francés, un gran juicio en Argentina... Y, sin embargo, aquí parece que aún estamos en la fase previa, en la denuncia pública. ¿Por qué? Veremos qué recorrido tiene el caso de las 43. No está claro. Y mira, lo dice Jean Paul Lennon, el experto en sectas católicas del episodio cuarto: «Lo que más impacta es que en los medios haya debate social». Estoy de acuerdo. Que se hable. La labor fundamental que puede llevar a cabo “El minuto heroico” es que lo vea la mayor cantidad de gente posible, para que sea consciente de lo que pasa. A partir de ahí, si hay una denuncia colectiva o el Vaticano hace algo, que lo cierto es que el Vaticano ya ha hecho bastantes cosas con el Opus, se verá. Mi obligación como periodista es denunciar la vulneración de derechos. Ahí termina. Los fiscales, supuestamente, deberían actuar de oficio.

Deberían. O eso se supone, ¿no? ¿Qué vamos a discutir tú y yo de la eficacia de la Justicia en este país? También el Prelado debería haber dado explicaciones en el documental, porque era su obligación como máximo responsable de la institución. No era un papel para una numeraria random o un conciliario random. Cuando se produce una vulneración de derechos, ¿a quién hay que buscar? Fuimos a buscar al Prelado. Tuvo cuatro meses para decirme lo que quisiera. “Oye Mónica, vente a Roma y enséñame lo que dicen estas mujeres”. Lo que fuera. Le di el derecho de réplica. Le ofrecí todo. Que escuchara cuanto decían. Renunció a hacerlo. Cuatro meses tuvo. No se le puede reprochar a Max ni a Mediapro Studio no haberle dado al Opus Dei la oportunidad de participar en las mejores de las condiciones, esto es, viendo el testimonio directo de las mujeres que salen en pantalla.

Confío, la verdad, en que su trabajo ayudará a mujeres que lo están pasando tan mal como sus protagonistas para que den el paso. Sé que en algunas de las familias que han participado se han roto silencios. Gracias a las personas que han querido ver el documental, se han hablado de cosas y se han entendido mejor. Esto es positivo. Los supernumerarios y supernumerarias que no viven en los centros tienen la libertad de ponerse la serie. Ahí no se pueden poner puertas al campo. Alguien lo verá. Algo se plantearán, a poco que tengan caridad cristiana. No puedes dejar de ver lo sistémico que es lo que cuenta “El minuto heroico”, porque está acreditadísimo. Entrar en los centros será más difícil. Ojalá les dejaran verlo.